Tres.

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Minseok estaba sentado en su sofá con un montón de libros esparcidos delante de él en la mesita de centro y un bloc de notas en el regazo. Había estado investigando el tema del bondage, los juegos de dolor y el intercambio de poder y los motivos por los cuales a la gente le excitaban estas cosas. Lo que había leído lo había excitado, eso estaba claro. Y se había imaginado en las diversas situaciones: atado, azotado e incluso fustigado. Podría aducir que se debía a eso el pálpito que se notaba entre sus muslos si quería mentirse a sí mismo.

En realidad quien le hacía esas cosas no era un partenaire sin rostro. Luhan había estado en todas y cada una de las situaciones: eran sus manos las que tenía encima y era él quien le daba órdenes.

Suspiró, cogió la taza de té y le dio un sorbo. Lo había endulzado dos veces. El aromático brebaje le alivió la garganta, pero el resto del cuerpo estaba tenso como un alambre.

Habían pasado tres días desde que hablara con él y aún no había tenido noticias suyas. Se preguntaba si formaba parte de la demostración de poder o si simplemente estaba muy ocupado. Fuera como fuese, no le gustaba. No le gustaba estar alimentando ese comportamiento dominante.

Sabía que estaba pasando demasiado tiempo diseccionando las cosas, pero no podía evitarlo. No era ningún chiquillo pasivo que se derritiera a su paso e hiciera cualquier cosa que le pidiera, o que fuera a permanecer sentado junto al teléfono como un perrito faldero, esperando su llamada.

Entonces, ¿por qué estaba haciendo precisamente eso?

Había salido con muchos tíos y nunca había sido de esa clase de chicos. Nunca había tenido que esperar a nadie. El sexo era abundante para un hombre liberal como él había sido siempre. Si le interesaba un hombre, se lo dejaba claro desde un principio. Los hombres, a su vez, sentían que con él no les hacía falta jugar a jueguecitos como con los demás hombres. Minseok mantenía las distancias para que ellos nunca pensaran que lo tenían. Y, de hecho, ninguno lo había conseguido. Él tampoco jugaba a ese juego.

Pero Luhan lo tenía pillado de una forma que no entendía…

Dejó la taza en la mesa, cogió un libro y lo hojeó, tratando de centrarse otra vez en su tarea. Buscaba una explicación más profunda de la psicología y la química del subespacio: ese estado parecido al trance que muchos sumisos alcanzaban durante el juego BDSM. Entendía el proceso químico, cómo se liberaban las endorfinas en el cuerpo en respuesta al dolor o a la estimulación sexual, pero no tenía tan claro la parte mental y emocional del proceso.

¿Por qué respondía la gente a ciertas cosas y no a otras? Había leído muchas veces que algunos sumisos podían empezar su descenso al subespacio cuando les ataban y les daban órdenes. A veces, incluso, bastaba con oír una voz dominante.

El tono suave y suntuoso de la voz de Luhan vagaba por su mente y le hacía cosquillas en la piel como una leve corriente eléctrica. Como si pudiera sentir la sutil vibración del sonido. Juntó las piernas al notar un repentino dolor en su entrepierna.

De acuerdo. Entendía esa parte.

Volvió a hojear el libro y su mirada se posó en la fotografía de una mujer atada con una cuerda en una especie de arnés muy complicado. Pero no eran las cuerdas lo que le llamaba la atención ni la suave piel de la mujer, arrodillada y desnuda salvo por la cuerda. Era la mano de un hombre en algún lugar fuera del encuadre y la manera en que le acariciaba la cara. El gesto inspiraba cierta ternura. Le encantaba el contraste, la implicación de que la mano de este hombre pertenecía a quien la había atado, y ahora tenía un control total sobre ella.

Sintió una oleada de deseo.

Una pequeña parte de él quería ser como esa mujer. Si el hombre fuera Xi Luhan.

Cerró el libro bruscamente y se incorporó de un brinco.

¡Qué ridiculez! Era un hombre fuerte. Independiente. Aunque sintiera un mínimo deseo de hacer de sumiso para Luhan, solo era por recibir esa estimulación. Permanecer inmóvil y dejarse hacer todas esas cosas.

Gimió. Ese pensamiento no lo ayudaba en absoluto.

Sonó el teléfono y lo cogió al vuelo, aliviado por tener un motivo para desviarse de sus pensamientos.

—¿Diga?

—Hola, soy Tao.

—Hola, Tao.

Huang Zi Tao, tatuador que también escribía relatos eróticos de ficción, era uno de sus mejores amigos. Se habían conocido hacía unos años cuando Minseok fue a una conferencia de escritores en Qingdao. Cuando Minseok regresó a Qingdao unos meses más tarde para que él lo tatuara, pasaron algún tiempo juntos y se hicieron amigos. Ahora, a pesar de los muchos kilómetros que los separaban, hablaban cada semana y se veían siempre que podían.

—¿Qué haces, Minseok?

—Comiéndome el coco, principalmente.

Tao se echó a reír.

—¿Y eso?

Minseok se acercó a la pared donde las ventanas daban a la costa. Las nubes oscurecían parcialmente el cielo de la tarde; eran como una pesada cortina gris que amenazaba lluvia.

—Ojalá lo supiera.

—¿Necesitas hacer una lluvia de ideas para un libro?

—De hecho estoy en la etapa de investigación para mi próxima novela. Es una historia erótica con el BDSM como trasfondo. Lo que me lleva a lo que me trae de cabeza. Más o menos.

—A ver, ¿me vas a contar de qué estás hablando o no?

—Perdona, no quería ser tan impreciso.—Se quedó callado, respiró hondo y lo soltó—: He conocido a un hombre.

—Vaya, parece prometedor.

—Tal vez. No. Joder, Tao, no lo sé… este hombre, Luhan, es… no tiene nada que ver con los hombres que he conocido en mi vida.

—¿En qué sentido?

—En todos los sentidos. —Se calló otra vez, apoyó la palma de la mano en el cristal de la ventana y notó el frío en la piel—. Luhan forma parte de mi investigación. Bueno, en este momento lo es todo. Me lo recomendó Sehun, un sumiso, para que me hablara de todo esto del BDSM. Me parecía que no sabía lo suficiente para escribir acerca del juego de poder como era debido.

—Pues no veo por qué no. Has escrito sobre todo tipo de cosas. Y tampoco es que seas muy puritano. Si eres tú al que los demás recurrimos en busca de respuestas para todo lo que tenga que ver con el sexo. Eres nuestro rey, Minseok —bromeó Tao.

—Ja, ja… No soy el rey del erotismo precisamente. Tener experiencia en el sexo no es lo mismo. Esto es algo muy específico. Y esta vez reconozco que me va un poco grande. Pero cuanto más averiguaba sobre las dinámicas que había, más me daba cuenta de que necesitaba información verídica. Que tenía que basarme en algo más que no fuera leer libros.

—¿Así que pensaste en hablar con alguien involucrado en estas cosas?

—Sí…

—¿Pero…? Porque por tu voz y por el modo en que te andas por las ramas deduzco que hay un «pero».

Minseok levantó la palma del cristal, trazó una línea con los dedos y se apartó de la ventana.

—El «pero» es bastante grande, Tao.

—Oye, que hablas conmigo. No me asusto con facilidad. Ni tú tampoco. Por eso tengo tanta curiosidad por saber cómo un hombre ha conseguido desequilibrarte así.

—Luhan es dominante sexual.

—Ya me lo suponía.

—Y me ha pedido… bueno, me ha retado a que me entregue a él. Sigo sin creer que haya accedido pero lo he hecho. Estoy seguro de que no funcionará. La idea es absurda. Pero es tan… carismático. No, es más que eso. Es increíblemente guapo, pero tendría fuerza hasta sin eso. —Vio su rostro en su imaginación. Su sonrisa encandiladora. Sus ojos lo atravesaban con una mirada de fuego miel…

—¿Minseok?

—¿Qué? Ay, lo siento, estaba pensando… en él. No puedo parar. No recuerdo cuándo fue la última vez que me pasó algo parecido, cuándo perdí el control de esta manera.

—Quizá el quid de la cuestión está ahí.

—¿Entonces crees que usa alguna especie de jueguecito mental con las personas con las que interactúa?

—No. Bueno, quizá sí lo haga, pero me refería a que puede que sea eso lo que te pone. En algún nivel universal. Tal vez sea esto lo que necesites, Minseok.

—¿A qué te refieres?

—A que eres siempre tan controlador. Y no pasa nada por querer controlar tu vida, sobre todo después de lo que pasaste al crecer con tu madre. Pero podría irte bien ceder el control a otra persona por una vez, aunque sea solo durante un rato.

—Dudo mucho de que el universo pusiera a Xi Luhan en mi vida para que me atara.

—Pues creo que puede ser eso exactamente.

—¡Zi Tao!

—Oye, sabes que te quiero, y te quiero lo suficiente para decirte que te iría bien que te soltaras un poco.

—He estado con muchos hombres y he experimentado mucho en el terreno sexual.

—Sí, pero no es lo mismo, ¿no crees? Tú mismo lo has dicho. Si lo que creo saber del BDSM es correcto, va de los papeles que adopta cada persona. Es un juego de poder, ¿no?

—Sí, según tengo entendido, en eso se basa.

—Entonces me parece que tienes que soltar ese poder por esta vez.

—Esa es la parte que no me gusta.

—Pues por eso es por lo que debes probarlo.

—No sé. Quizá. —Se enrolló un tirabuzón en el dedo y lo estiró—. Tal vez tengas razón. Y supongo que en parte sé que es por eso por lo que accedí a hacerlo. Bueno, es uno de los motivos.

—Ya me informarás de lo demás cuando lo hayas hecho. Porque lo harás, ¿verdad? ¿Le verás y estarás con él?

¿Lo haría?

¿Se le había pasado por la cabeza, ni aunque fuera un segundo, dar marcha atrás?

Suspiró.

—Sí. Pero me va a resultar difícil.

—A veces lo difícil nos ayuda a conocernos mejor.

—Sé que tienes razón. Es que… me resisto.

—Hazlo, Minseok. Aprovecha la oportunidad. Siempre y cuando este hombre sea seguro, claro. Aunque me has dicho que te lo recomendó alguien, ¿verdad? Creo que deberías hacerlo.

—Ya, yo también. —Y que los ojos mieles de Luhan, su voz, su olor, lo hicieran derretir, facilitaría un poco las cosas. Eso hacía que la situación, y él mismo, fuera irresistible—. No sé qué pasará exactamente y eso me incomoda bastante. Joder, me incomoda muchísimo. Pero, para serte sincero, es muy excitante esta… esta sensación exquisita de la expectativa, quizá porque no tengo ni idea de cómo irán las cosas.

—Vaya. Nunca te he visto así de inseguro, Minseok.

—Eso es porque no soy yo. Pero es que este hombre…

Las posibilidades revoloteaban en su cabeza. ¿Qué le haría Luhan? ¿Qué le pediría que hiciera?

Se le hizo un nudo en el estómago y empezó a notar calor en el bajo vientre. Estaba a punto de averiguarlo. Lo único de lo que estaba seguro era de que Xi Luhan iba a cambiarlo de una forma irrevocable.

Horas más tarde volvió a sonar el teléfono. Minseok dejó a un lado el libro y el bloc y miró el identificador de llamada.

«Luhan.»

Se le aceleró el corazón, que latía ruidosamente como si tuviera un sonajero dentro.

—Es un hombre, nada más —dijo en la habitación vacía, y luego sacudió la cabeza. Ya sabía que sería mucho más que eso.

—¿Sí?

—Hola, Minseok.

Dios, su voz era como una corriente eléctrica que le quemaba las venas y se arremolinaba después en la entrepierna.

—Ah, Luhan, hola.

—¿Qué tal estás?

—Bien. Estoy bien.

¿Llamaba para hablar de cosas sin importancia? No podría soportarlo. Se puso un cojín bordado en el regazo y asió con fuerza el borde enrollado.

—¿No quieres saber cómo estoy yo? —preguntó, divertido.

—Sí, claro. Lo siento. Estaba… absorto investigando un poco cuando has llamado. Tenía la cabeza en las nubes.

—Tendré que esforzarme por ganarme toda tu atención.

—Oh, no creo que…

—No te preocupes. Sé cómo hacerlo.

Él se quedó callado, algo vacilante, pero él prosiguió.

—Por eso te llamo. Deberíamos empezar a prepararnos para nuestra primera vez juntos.

—Ah…

¿Cuándo había conseguido un hombre dejarlo sin palabras? Lo único en que podía pensar era en sus grandes manos tocándolo, atándolo. No podía pensar en nada más salvo eso, aunque sabía que habría más. Y se rebelaba contra esa respuesta a cada centímetro.

«Recobra la compostura.»

—Pensaba que me enviarías un correo electrónico.

—Eso dije.

Él esperó pero no parecía dispuesto a dar explicaciones, algo que lo desconcertó aún más.

—¿Qué… qué necesito saber?—le preguntó él.

—Los dos necesitamos conocer nuestros límites. Nuestros deseos. Mucha gente utiliza cuestionarios por escrito pero yo prefiero hablar. Puedo evaluarte mejor si oigo tu respuesta a mis preguntas.

—¿Así que ahora eres psicólogo?

Le oyó suspirar.

—Minseok, si vamos a hacer esto, ser sarcástico conmigo será como ponerle palos a las ruedas.

—Tienes razón, lo siento. Es que esto no es algo habitual para mí. —Se recostó entre los cojines del sofá, sin dejar de agarrar el cojín más pequeño.

—Ahora solamente hablamos, ¿vale? —El tono había cambiado; ahora era más suave que expeditivo, como si pudiera leerle la mente, el humor y sus necesidades a través del teléfono.

—Sí, de acuerdo.

Lo haría. Pero su corazón le martilleaba ligeramente en el pecho.

—Primero necesito saber si tienes algunas nociones de lo que significa BDSM. Sé que has leído muchas cosas y has recopilado información. Pero dime tu definición. Lo que quiere decir para ti.

Él pensó durante un momento en todo lo que había leído al respecto, las breves charlas con Sehun y la investigación que había hecho por Internet.

—A ver, sé que BDSM significa bondage y disciplina, dominación y sumisión, sadismo y masoquismo.

—Ahora dime qué interpretación haces de eso, no lo que hayas encontrado en los libros o en Internet.

—Creo que… la definición parece cubrir un amplio espectro de comportamientos sexuales y sensuales. Deseos. Fetiches. Todo el mundo parece tener una definición personal de lo que significa para uno mismo. Y no todos lo practican todo. A algunas personas les van los aspectos más comedidos, como los azotes en el trasero o el bondage simple. Pero sigue siendo BDSM, aunque no les guste llamarlo de esa manera. Y en la raíz de todo está el intercambio de energía entre los participantes.

—Sí, pero hay mucho más, aparte de la definición enciclopédica. ¿Cómo te sientes al respecto? ¿Qué quieres de él, además de información para tu novela?

—Quiero la experiencia, probarlo antes de rechazarlo de plano. De todos modos sigo pensando que soy dominante, no sumiso, así que parte de esto es para demostrármelo a mí mismo, a pesar de tu opinión de experto.

—¿Y demostrármelo a mí?

—Sí. Quizá también.

—¿Y qué más?

—Aún no sé qué más. Creo que tengo que comprobarlo antes de saber exactamente qué me gusta y qué no.

—Tienes razón. Algunas de esas cosas las descubriremos sobre la marcha. Pero ¿y si te hago algunas preguntas? Quiero que intentes responderlas de forma instintiva. No te las pienses demasiado —le dijo—. Y no tengas vergüenza. Si me ocultas algo, no será tan eficaz, ¿entendido?

Era una pregunta pero a la vez una orden. Su primer impulso fue discutir con él pero tenía razón; no conseguiría más que atrasar el proceso.

—Sí, claro. Cuando quieras.

—¿Alguna vez has pensado en experimentar con el bondage?

—Sí.

—¿Y lo has probado?

—Una vez… até a un novio con unos pañuelos de seda.

—¿Y eso qué te hizo sentir?

—Fue divertido. Distinto.

—¿Qué fue lo que no funcionó?

—Pues no estoy seguro. Estuvo bien. Pero la realidad no fue tan excitante como la idea.

—¿Puede ser porque los pañuelos eran un símbolo demasiado endeble para ti?

—Sí. Tal vez. Era todo demasiado suave. Una tontería, casi. Como si no me lo tomara en serio.

—¿Y podría haber sido también que quisieras ser tú al que ataban? ¿Y qué te dejaran indefenso?

Él se estremeció y se le fue el santo al cielo.

—Yo… no… no sé. No creo que pensara eso conscientemente en ese momento, y nunca lo he analizado desde entonces. Supongo que, interiormente, si iba a experimentar algo de esto, yo sería el que dominara.

—¿Y ahora?

Se le cortó la respiración y sintió un nudo en el pecho. De repente estaba enfadado y a la defensiva.

—He accedido a ser sumiso, ¿no?

Luhan se quedó callado un momento. Le oía respirar lentamente al otro lado del teléfono. No sabía por qué, pero eso le impidió respirar unos segundos.

—Minseok. Así no iremos a ningún sitio hasta que reconozcas que al menos una pequeña parte de ti quiere hacerlo.

Se le encendían las mejillas y se aferró con fuerza al cojín que tenía en el regazo.

—Vale, sí, lo reconozco. Supongo que es natural que la gente se lo plantee en algún momento u otro, como parte de ser una persona sexualmente abierta, cosa que soy. De lo contrario no sería escritor de novelas eróticas.

«Deja ya de parlotear, Minseok.»

—Bueno, es un buen inicio.

—¿Te basta como respuesta?

—De momento, sí. Quiero que pienses en estas cosas. No hace falta que termines esta conversación estando completamente convencido. Es un proceso.

—De acuerdo.

Dejó de apretar un poco el cojín.

—¿Por dónde íbamos? Ah, sí. ¿Alguna vez has querido que te azotaran en el culo?

—Yo… sí.

¿De verdad había dicho eso en voz alta?

—Ah, muy bien. —Bajó la voz de tal manera que él tuvo que aguzar el oído para oírle—. Y ahora mismo, ¿estás algo ruborizado de placer sabiendo que me complace tu respuesta?

Él respiraba entrecortadamente. Ay, madre, ¿lo estaba? Se llevó la mano a la cara y se palpó una leve sonrisa en los labios.

—¿Sigues ahí, Minseok? —preguntó en voz baja, en un tono dulce que acarició su piel como la seda.

—Sí, sigo aquí.

—¿Y me vas a contestar?

Él sacudió la cabeza y se mordió el labio.

—Yo… preferiría que no.

—¿Pero?

Tenía la sensación de que esperaría todo el día hasta obtener una respuesta, si fuera necesario.

—Pero… sí, me da placer.

Se quedó callado un buen rato.

—Eso es fantástico. En serio. Te lo oigo en la voz. También noto lo difícil que te ha resultado decírmelo.

—Sí.

—Quiero que dediques un poco de tiempo a pensar en estas cosas. Volveremos a hablar antes de vernos. Prepárate para quedar en el Pleasure Dome el sábado. A las nueve en punto. Te enviaré la dirección por correo electrónico. Cogerás un taxi. No quiero que conduzcas esa noche.

La cabeza le daba vueltas. Estaba enfadado e incomprensiblemente estimulado a la vez. Maldito fuera. ¿No debería rebatirle ningún punto? Sin embargo, lo único que salió de su boca fue:

—De acuerdo.

—Quiero que estés en casa mañana a las ocho de la tarde. Entonces hablaremos más.

—Eh… está bien. Puedo estar aquí a las ocho.

—No era una petición, Minseok.

—Ya lo he entendido.

—Pareces enfadado.

—Puede que lo esté.

Minseok  rechinó los dientes apretando la mandíbula con fuerza. ¿De qué iba eso de darle órdenes? Aún no estaban en el Pleasure Dome; aún no habían asumido los papeles de dominante y sumiso, ¿no?

—No pasa nada por estar enfadado —dijo él—. A menudo forma parte del proceso mental. Es difícil soltarse del todo, entregar tu poder a otra persona. Solo recuerda que haciéndolo también tienes poder. Al tomar esa decisión. ¿Lo entiendes?

—Bueno… tal vez. Tengo que pensarlo.

—Hazlo. Te llamaré mañana por la tarde. Que duermas bien.

Él colgó y Minseok pulso el botón de apagado del teléfono con una mano temblorosa.

Ahora mismo no estaba seguro de poder conciliar el sueño.

¿Cómo sabía esas cosas cuando él apenas las conocía? Y, teniendo en cuenta lo sexualmente sofisticado que era, ¿cómo no se había dado cuenta antes?

No lo sabía. Lo único que sabía era que la rabia y el deseo forcejeaban en su interior y llegó un punto que ya no pudo resistirlo más. Se levantó del sofá, cruzó el apartamento y se asomó a las vistas oscurecidas por la niebla.

A sus pies, la avenida estaba iluminada; las luces de bares y cafeterías y los faros de los coches al pasar. Por una vez no llovía y la noche era completamente negra bajo la capa de niebla. En el fulgor ambarino de una farola, dos personas se besaban apasionadamente, abrazándose el uno al otro. Miró cómo se besaban y se toqueteaban y sintió crecer la excitación.

Refunfuñando, se dio la vuelta, dispuesto a ir a la cocina a por una copa de vino. Pero no era vino lo que quería.

En lugar de eso, cruzó la sala de estar y entró en el dormitorio, al otro extremo del apartamento. El color de la cama, blanca como la nieve, refulgía débilmente a la luz de la lámpara del salón y proporcionaba un marcado contraste con la sombra de la pared verde de detrás. Pero tampoco era la comodidad de su cama lo que quería.

Se quitó la ropa a toda prisa; la brisa de la noche helaba su piel desnuda. Le encantaba estar desnudo. Pero hoy lo necesitaba más aún.

Subió a la cama y abrió la tapa del cesto de mimbre que había junto a ella, en el suelo. Dentro se hallaba su colección de dildos y otros juguetes. Tocó el dildo turbo que utilizaba cada noche desde que había conocido a Luhan, pero lo dejó a un lado. Quería algo más suave, quería llegar al orgasmo más despacio, con más ganas. Así pues, escogió un dildo de color carne que parecía un pene de verdad y tenía la cabeza lisa y redondeada. Lo sostuvo un momento; la textura parecida a la piel era tentadora en la mano. Entonces se mordió el labio y sacó también un pequeño huevo metálico. Se recostó entre las almohadas, separó las piernas y la brisa le acarició el sexo desnudo.

Encendió el falo, lo llevó hasta sus glúteos, rozó la entrada y gimió con suavidad. El placer la hacía estremecer de arriba abajo como si fuera una pequeña ola. Cerró los ojos, imaginó el rostro de Luhan y se lo acercó otra vez, pasándolo por alrededor de su entrada, cada vez más duro.

—Ah…

Jugueteó con él, dejando que la sensación aumentara poco a poco hasta que mojó la cama. Tenía su abdomen completamente húmedo. Se abrió más de piernas y se introdujo el falo.

—Dios mío… Luhan…

¿Qué sentiría cuando se lo follara? Que lo follara mientras le tenía las manos sujetas por encima de la cabeza, aprisionándolo. Era muy corpulento. Estaría indefenso ante él, bajo su cuerpo impresionante. Sus músculos serían duros y poderosos. E imaginaba su polla introduciéndose en él…

«Sí…»

Se colocó el dildo en otro ángulo y alcanzó su punto G.

—Ay… ah, sí…

Le temblaban las piernas; el placer era como un bramido silencioso en su interior, cada vez más fuerte. Se introdujo el juguete aún más y lo extrajo un poco; una y otra vez arqueaba las caderas al compás del dildo.

¿Se lo follaría despacito o sería sexo rápido y duro, animal?

«Luhan.»

Necesitaba más.

Con la mano extendió su flujo en el huevo, retiro el dildo y luego se introdujo el huevo en el ano. Contuvo la respiración un momento y se relajo; encendió el huevo antes de pasarlo por el anillo de músculo. Estaba tan excitado que no notó ninguna molestia, ni le resultó nada difícil que llegara hasta el fondo. Su cuerpo se abrió de buena gana; el sexo, dispuesto, y las caderas bien arqueadas.

«Ah, sí… me voy a correr…»

«Luhan.»

Sus fuertes manos lo inmovilizarían en la cama y con la verga lo embestiría con fuerza.

Él se volvió a introducir el dildo, enterrándolo en su ano y la vibración le propagó una oleada de placer por todo el cuerpo. Eso y el movimiento de su mano sobre su pene; las dos sensaciones juntas.

«Sí, Luhan, fóllame…»

Una embestida más y su cuerpo se tensó al llegar al orgasmo; el placer era ahora un trueno estruendoso en su interior, en su sexo, el culo, el vientre. Se dejó llevar por esa intensa ola, mientras seguía moviendo las caderas.

«Luhan.»

—Joder…

Siguió contoneándose, corriéndose; el clímax era una espiral de placer que no terminaba nunca.

Al final, agotado, se quedó tumbado en la cama. En su imaginación veía el rostro de Luhan y sus grandes manos. Pensó en su piel desnuda sobre la suya. Lo vio sujetándolo y se vio a sí mismo deseándolo.

Sí, el jueguecito mental había empezado ya. ¿Iba a empeorar mucho más? ¿Y cuánto más mejoraría a su vez?


Lamento la demora y por dejar tan botado esta adaptacion, pero no hay mucha actividad por aqui, así que si no les gusta diganmelo y asi no lo sigo mas

7 Comentarios

    • gracias por dejar un comentario
      en serio pense que nadie la leia
      espero seguir viendo tus comentarios y si hay errores me avisas
      muchos saludos para ti

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      • jajaja suelo ser lectora fantasma 😛 hasta casos como este je. Gracias por continuarlo! *o*

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  1. Porfa!! Sigue lo!!!! Esta adaptación XiuHan me gusta mucho!!!!
    El libro no me llamaba la atención la vdd pero ya lo leí y me gusto pero quisiera en serio esta adaptación!!!

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