Uno

 

En cuanto vio la silueta corpulenta que entraba en el aparcamiento delante del Museo de Arte Asiático a lomos de una Ducati clásica —una moto de un impecable color negro y cromo—, Kim Minseok supo que era él. Xi Luhan, el hombre al que había ido a entrevistar. Un hombre famoso por su talento y sus conocimientos como dominante sexual en la escena del BDSM de Beijing.

No era la chaqueta negra de piel lo que le delató ni tampoco su cuerpo imponente. Era esa actitud de intrepidez y de confianza en sí mismo que tenía al detener la moto, dándole un último acelerón antes de apagar el motor. Era la manera en que pasó la pierna por encima del brillante depósito y se quitaba el casco como un cowboy que estuviera desmontando de un semental. Era el aura de poder que él alcanzaba a sentir incluso a tantos metros de distancia, como si acabara de recibir un delicado golpe.

Xi Luhan sin casco era aún mejor. Tenía el cabello oscuro, casi negro, que se le rizaba un poco y le rozaba el cuello de la chaqueta. Tenía un marcado perfil que podrían haberlo tallado en mármol.

Minseok estaba junto al coche, con la puerta aún abierta y las llaves olvidadas en la mano. ¿Por qué le latía el corazón con tanta fuerza? Sin embargo, no podía apartar la vista de los elegantes movimientos que hacía con sus grandes manos mientras se quitaba los guantes de piel y abrochaba el casco al asiento de la moto.

No dejó de mirarle mientras él levantaba la mirada y encontraba la suya. Eran unos ojos miel, brillantes y penetrantes, cómplices. Sabía que le había estado mirando. Por primera vez en su vida adulta, Minseok se sentía completamente aturullado.

Ojalá se le calmara ya el pulso, ¡joder!

«Es una reunión profesional.»

Sí, pero al parecer eso no inhibía ni un ápice su respuesta a este hombre. Tendría que recobrar la compostura antes de hablar con él. Había acudido para aprender de él, para investigar. Sehun, él sumiso con el que se había puesto en contacto por Internet y al que había conocido una semana antes, le había dicho que con quien tenía que hablar era con Xi Luhan; pero no le había advertido de lo increíblemente apuesto que era.

Xi Luhan debería llevar un cartelito de advertencia.

Sonrió mostrando una hilera de dientes blancos que centelleaban; sus labios eran exuberantes —una excepción en su rostro de rasgos tan masculinos—. Notó cómo le subía una oleada de calor por el vientre, como si fuera fuego líquido.

Se le estaba acercando y a él le temblaban las rodillas.

Se acercó más y más hasta que llegó al otro lado del Audi sedán blanco.

—Me da la impresión de que eres el hombre al que vengo a ver.

Era una voz profunda pero sorprendentemente melosa. Muy sexual. No pudo hacer otra cosa que asentir.

Él esbozó una sonrisa al percatarse de su prolongado silencio.

—¿Kim Minseok? ¿Escritor de novelas eróticas?

—Sí…

¿Pero qué le pasaba? ¿No podía formar una frase coherente?

—Soy Luhan. ¿Entramos?

—¿Qué? Ah, sí, claro.

Cerró la puerta del coche y pulsó el botón de bloqueo. Trató de pasar por alto ese calor que lo invadía por dentro. De repente, el abrigo de lana se le antojó demasiado pesado, a pesar de la humedad habitual de Beijing en otoño. Era demasiado consciente del hombre que andaba a su lado mientras se aproximaban a la entrada del museo, de estilo art decó, flanqueada por sendos camellos de piedra. Siempre le había gustado este edificio, así como las exposiciones que albergaba. Cuando Luhan le sugirió que se encontraran en la cafetería del museo, se quedó gratamente sorprendido. Sentía debilidad por el arte, sobre todo por el occidental-asiatica, y había visitado aquella colección en incontables ocasiones.

Subieron por las escalinatas de piedra y Luhan apoyó la mano en la parte baja de su espalda. Le recorrió un escalofrío. Le miró y lo sorprendió con una sonrisa en los labios. Pero ambos permanecieron callados mientras cruzaban la entrada y sus pasos resonaban en el suelo de mármol. Luego subieron los escasos escalones que les separaban del Taste Café, que estaba en el patio central del museo.

Se abrieron paso por la cafetería y Luhan le señaló una de las mesitas que había bajo el techo abovedado del atrio. Las estatuas de Buda, Vishnu y Kali rodeaban el patio. Minseok habría jurado que alcanzaba a oler el antiguo aliento de piedra bajo el aroma del café y el té que perfumaba el aire. Una luz difusa se filtraba por el cristal esmerilado de las ventanas del atrio, acentuada por los apliques ambarinos de las paredes que despedían un sutil fulgor dorado. Era un lugar relajante donde Minseok solía ir para tomar un té tranquilo, aunque hoy estaba hecho un manojo de nervios.

¿Por qué estaba tan alterado? No era más que un hombre. Era una entrevista más.

Luhan le ayudó a quitarse el abrigo y le apartó la silla. Unos modales clásicos. Algo muy poco común en esta ciudad tan cosmopolita.

Se quitó la chaqueta de piel y la colgó en el respaldo de la silla con un gesto relajado y seguro. Llevaba un jersey gris que le resaltaba la espalda. Tenía unos rasgos muy masculinos; desde su mandíbula hasta su cincelada barbilla, pasando por sus pómulos marcados. La boca era lo único suave que había en él y suponía un gran contraste con el resto de su rostro. No se podía ser más guapo.

Minseok se movió en la silla, cogió la carta de la mesa y examinó concienzudamente la selección de tés.

—¿Qué vas a tomar? —preguntó Luhan.

—Suelo tomar la mezcla de té verde con jazmín.

Luhan le hizo un gesto al camarero y antes de que él tuviera tiempo de decir nada, él pidió por los dos.

—Espero que te gusten los biscotti —le dijo, sonriente—. Son casi tan buenos como los que hacen en Roma. Hay una pequeña cafetería junto a las escalinatas de la plaza de Tiananmen. En una zona tan turística no esperarías nada espectacular pero en este sitio hacen los mejores biscotti de Italia.

—Hace años que no voy a Roma, pero sí recuerdo los biscotti que hacían.

—Yo estuve el año pasado, de vuelta a casa después de un viaje por España en plan mochilero.

—¿Viajas mucho?

—Pues tan a menudo como puedo. No me gusta quedarme demasiado tiempo en un sitio aunque los plazos de entrega de los libros me tienen encerrado en casa últimamente. Y eso me pone nervioso. Hay tanto que hacer por el mundo.

Minseok se inclinó hacia delante y acarició la cuchara que descansaba sobre una servilleta de papel sobre la mesa.

—¿Como qué?

Madre mía, ¿estaba flirteando con él?

—Todo. —Sonrió—. Cualquier cosa. He escalado en Brasil, he nadado entre tiburones por las costas de Fiji y he ido de mochilero por Nepal.

—Así que eres adicto a las emociones fuertes.

—Sí, supongo que sí. Pero tampoco quiero fanfarronear. Son cosas que me gustan y ya está. Marcarme retos. —Se encogió de hombros y esbozó una sonrisa—. Ir deprisa. Me encantan mis motos. Me gusta conducir deprisa y ver hasta dónde puedo coger las curvas.

Él se estremeció.

—No me subiría nunca a una moto ni muerto.

—Puede que te guste.

—No. No lo creo. Así que… ¿viajas para sentir emociones fuertes?

—En parte. Pero muchos de esos viajes también han sido espirituales.

—Me dijo Sehun que escribes novelas de terror. Me comentó que eres escritor además de… dominante… y eso me puede ser de utilidad para la investigación que estoy haciendo para mi libro.

Él asintió.

—Yo también lo creo. Parece que el término «dominante» te incomoda.

—¿En serio? Bueno, quizá sí. Puede que sea escritor de novelas eróticas, pero no suelo mantener esta clase de conversaciones.

—Ya me imagino.

El camarero les trajo el té y Minseok se anduvo con mucho cuidado al servir el té de la tetera japonesa de cerámica en la taza, tratando de evitar su mirada miel. El vapor con notas de jazmín lo envolvió enseguida, acentuado por el toque a tierra del té verde. Esa fragancia se le antojaba familiar y tranquilizadora.

Luhan le puso un biscotti en la mano.

—Toma. Tienes que probar uno.

Era una orden, no una sugerencia. Y él se sorprendió a sí mismo aceptándolo.

—En realidad escribo novelas de suspenso psicológico —prosiguió Luhan—. ¿Has leído algo de mi trabajo?

—No, lo siento.

—Pues quizá deberías.

Minseok se estaba mosqueando. La línea entre la confianza y el engreimiento se estaba difuminando cada vez más.

—Y quizá tú deberías leer algo de lo que escribo yo.

—Ya lo he hecho. En cuanto Sehun me habló de ti, compré un libro tuyo.

—¿Y? —preguntó él, desafiante.

—Y creo que eres muy bueno. Inteligente. Reflexivo. Desarrollas los personajes de una manera excelente. El aspecto romántico no eclipsa la historia, como suele pasar en otros escritores. Y sabes cómo escribir sobre sexo de un modo muy auténtico. Admiro la crudeza.

—Vaya. —No era lo que esperaba que le dijera. Durante un momento se puso nervioso. Otra vez—. Gracias.

—Cuéntame algo de este último proyecto, ¿por qué necesitabas hablar conmigo?

Esos ojos, increíblemente mieles, no dejaban de mirarlo, De repente le impresionó lo mucho que se parecían a los de Yixing; aunque los de este último eran inocentes de un modo que sabía que nunca podrían ser los de Luhan. Seguro que los de este nunca lo habían sido, ni de pequeño.

Había sinceridad en su mirada, a pesar de su bravuconería. Tuvo que apartar la vista hasta donde sus dedos acariciaban la taza. Parecía tan pequeña en su mano, tan frágil. Era como si pudiera romperla con el más mínimo roce. Y esos dedos se deslizaban suavemente sobre la delicada superficie…

Se obligó a apartar la vista de sus manos también y volver a mirarle a la cara.

«Eso tampoco ayuda.»

—Escribo sobre una pareja que explora el BDSM. Intercambio de poder, bondage, que es algo sobre lo que ya había escrito. Pero esta vez me gustaría ahondar un poco más en el tema. No sé, explorar quizás el juego del dolor. Y quiero darle autenticidad. No quiero hacerlo de otro modo. Desde un principio supe que tenía que investigar en profundidad y hablar con gente que hubiera experimentado estas cosas. Conocí a Sehun en una página web de una comunidad de BDSM local y le escribí un correo electrónico para preguntarle si podríamos hablar. Lo entrevisté; fue muy amable, muy abierto conmigo. Pero como sumiso no se sentía lo suficientemente cualificado para darme una visión del tema en su conjunto. Por eso me dijo que recurriera a ti.

Él asintió.

—Es difícil hacerse una buena idea de cómo va esto del BDSM, las dinámicas y la psicología, si solamente se habla con una persona. Las experiencias de cada uno son variadas y muy personales. Y si él es únicamente sumiso, no tendrá mucho conocimiento de cómo funciona la mente de un dominante, de nuestro proceso.

—Sí, esa es la idea que me dio. Y la verdad es que encaja.

—¿No has escrito nunca acerca del BDSM?

—No. He escrito sobre algunos fetichismos, algo de bondage en el dormitorio pero nada serio.

—¿Te parece que el BDSM es serio?

—¿No lo es?

Él no dijo nada.

—¿Nunca has experimentado estas cosas por ti mismo?

—Yo… no.

—Ya. Y te gustaría mantener esta conversación de forma profesional. Solo para investigar, ¿no?

—Sí, claro.

Él se inclinó hacia delante, apoyó los codos sobre la mesa, se acercó un poco más, hasta que él olió su colonia; algo limpio y oscuro a la vez. Era como el océano y el bosque.

Luhan bajó la voz y de repente hizo que la conversación pareciera más íntima. Demasiado íntima; eso lo incomodaba.

—Te diré algo, Minseok, y esto es verdad. No se puede describir la vida con exactitud si solo te mojas los pies. Tienes que experimentarla, tirarte de cabeza y sumergirte en ella. Hay demasiados componentes: físicos, psicológicos y emocionales, que se superponen. Es algo complejo y es por eso que nos encanta a los que lo practicamos: la complejidad, la intensidad… —Alargó la mano y le acarició la suya con los dedos. Tenía la piel caliente y la suya también subió de temperatura—. Todo se basa en sensaciones y en lo que te pasa por la cabeza. Puede ser algo sensual o sexual o ambas cosas. No puedes empezar a describir las dinámicas que intervienen sin haberlo comprobado.

A él se le secó la boca. La idea no le resultaba chocante; no tanto como sus caricias, por lo menos. Cogió la taza, tomó un sorbo de té y carraspeó.

—Supongo que tienes razón. Es un tema interesante pero no sé si…

—No finjas que no es más que un tema interesante para ti, Minseok. —Sus dedos bajaron hasta el interior de la muñeca, por debajo de la manga de su jersey de cachemir—. Te noto el pulso acelerado.

—Luhan…

—Venga. No hace falta que hagas esto conmigo. Es parte de lo que supone el BDSM: que seamos sinceros sobre quiénes somos.

—Iba a decir que… tienes razón.

¿Acababa de reconocérselo de verdad? Tal vez sí tuviera razón, sobre todo con que tenía que ser sincero con él si quería aprender cosas. Tendría que tirarse de cabeza, como había dicho él.

No tenía nada que ver con esa ridícula atracción que sentía por él, ¿verdad?

Apartó la mano y la escondió en su regazo.

—Sehun y tú seguramente conoceréis más hombres sumisos. ¿Hay alguno en quien confíes y que me puedas recomendar? ¿Crees que querrían jugar con un hombre que no tiene experiencia como dominante?

Él se echó a reír y se recostó en el respaldo de la silla.

—¿Dices que quieres ser top? ¿Quieres dominar a estos hombres?

—Sí.

—Ay, Minseok. ¿No ves que eres un bottom?

—¿Qué?

—Lo vi en cuanto te miré. Lo he notado en el mismo aparcamiento, incluso antes de que habláramos.

—No sé a qué te refieres.

¿Por qué se le encendían las mejillas? ¿Por qué la había descolocado tanto? No le gustaba nada que tuviera tal efecto sobre él.

—Creo que entiendes lo suficiente del tema para saber qué es lo que quiero decir exactamente.

Él resopló.

—Pues claro que sé lo que significa eso de bottom: sumiso. Pero eso no soy yo. Me va más ser un top, ser dominante. No me da miedo reconocer que tengo problemas de control.

—Es exactamente por eso que tienes que ser bottom. Necesitas soltarte. Necesitas seguridad a la hora de ceder el control a otra persona para hacer eso.

Se estaba empezando a enfadar, aunque intentaba no perder los papeles.

—Eres muy arrogante.

—Sí, lo soy. Pero también tengo razón. Siempre tengo razón en estas cosas. Tienes problemas con el control; lo veo en tu actitud. Lo veo en la rabia que irradian tus ojos. En cómo aprietas la mandíbula. Tal vez podrías conseguir «cambiar» de vez en cuando y dominar a un hombre. O a una mujer. Pero no te llegaría tan profundamente como la sumisión. No te proporcionaría lo que necesitas de verdad.

Él sacudió la cabeza mientras apretaba los dientes con fuerza.

Él volvió a inclinarse hacia delante y volvió a cogerle la mano. Envolvía la suya con fuerza y calor.

—Minseok, déjame que te proponga una cosa. Haz de bottom para mí.

Él trató de apartar la mano pero él la tenía bien sujeta.

Lo miraba con dureza; sus ojos eran de un miel brillante, increíblemente convincentes.

—Pruébalo —prosiguió él—. A ver cómo respondes. Si resulta que yo tenía razón, habrás aprendido algo de ti mismo y habrás hecho una investigación única y muy personal. Y si me equivoco, habrás investigado de todos modos.

—Pero también puedo investigar como dominante.

—No, no puedes. Es extremadamente difícil que un bottom le enseñe a un top sin experiencia. Cuando las endorfinas empiezan a bombear por el cuerpo de un sumiso, cuando ya están en el subespacio, ese espacio en la mente donde todo se silencia y lo único que se puede notar y ver es la interacción entre dominante y sumiso, las sensaciones y los olores, ya no están lo bastante presentes para enseñarte. No puedes aprender tanto de esa manera. Pero sí puedes aprender de mí. Se me da muy bien lo que hago. —Movió la mano que tenía libre—. Lo sé, vuelvo a parecer arrogante. Pero me da igual. Lo que importa aquí es la verdad.

—Quizá.

Quizá fuera verdad que esa era la mejor manera de aprender. Quizá no tenía nada que ver con el calor que sentía al tener a Luhan sentado tan cerca de él cogiéndole la mano. Si hasta se notaba húmedo, por el amor de Dios. Pero esto no era más que una química muy intensa. No significaba nada y tampoco daba crédito a su argumento. Estaba seguro de que podría demostrarle lo mucho que se equivocaba.

Se mordió el labio.

Se equivocaba con él.

—¿Cuánto tiempo duraría? —preguntó.

Él se encogió de hombros.

—Lo que dure. El tiempo que necesites para descubrir lo que quieres saber. Para tu libro. Para ti.

—¿Entonces iríamos sobre la marcha? ¿Para ver cómo van las cosas?

—No, yo ya sé cómo irán las cosas.

—¿En serio? ¿Y cómo es eso?

Volvía a estar enfadado. Y él seguía sin soltarle la mano. Con el pulgar le acariciaba los nudillos y eso prendió una chispa de lujuria en su interior. Pero no le daría la satisfacción de intentar apartar la mano otra vez.

—Al principio te resistirás. Tendré que trabajar bastante contigo. Ganarme tu confianza —añadió él en un tono más bajo y grave. Tuvo que inclinarse para oírle mejor—. Pero poco a poco te irás entregando más a mí. A mis manos. Seré duro contigo. Y también suave.

Le levantó la mano y le acarició los dedos; el calor lo abrasaba y eso lo sorprendió sobremanera. No podía articular palabra. Tenía la cabeza hecha un lío.

Luhan dejó su mano sobre la superficie fría de la mesa y lo miró fijamente a los ojos.

—Así es como irá, Minseok.

No le gustaba nada sentirse así de mareado y confuso. No lo entendía y se negaba a dejarse llevar por esa sensación. O por Xi Luhan.

Cogió la taza, le dio un sorbo y tragó. Inspiró hondo, se esforzó por tranquilizarse y dejó la taza en la mesa con una mano firme.

—Piensa lo que te venga en gana, Luhan. Pero está claro que no me conoces.

Él cogió su taza y le dio un buen trago. Se tomó su tiempo. Su mirada penetrante no dejó sus ojos en ningún momento.

—Ahora no, pero lo conseguiré. Si aceptas mi proposición, claro está.

—La acepto.

—Te gustan los retos.

—Sí.

—A mí también.

Esa firme mirada lo atravesaba pero él no quería apartar la vista; no quería echar marcha atrás. Tenía razón en una cosa: se resistiría. No era propio de él ceder y entregarse. Ni siquiera a Luhan y esos ojos tan increíbles. Sus manos cálidas, sus labios suaves y seductores…

Tenía que controlar las cosas, como hacía siempre, e ignorar su aspecto. Y la forma que tenía de hablar y de tocarlo.
Iba a tocarlo muy pronto.

Se dijo para sus adentros que debía tranquilizarse e inspiró profundamente. El control era esencial aquí y él era el mismísimo rey del control. Su vida había dictado que fuera precisamente así ya desde pequeño. Tenía que serlo, con el lío que tenía por madre. Alguien tenía que serlo y él era el mayor. Tuvo que cuidar a Yixing.

«E hiciste una chapuza.»

¿Por qué pensaba en eso ahora? Volvió a empujar el pasado al fondo de su mente, donde debía estar, y se centró en el hombre que estaba sentado frente a él y que lo contemplaba con atención.

Sí, podría tratar con Luhan, lo creyera él o no.

—Luhan.

—¿Sí?

—Yo tengo otra proposición.

—¿Ah, sí? —dijo, arqueando una ceja.

—Si resulta que no puedes someterme, como te crees…

—Lo haré. Aunque prefiero hablar de domar.

—Ya, no dejas de decirlo. Pero si no funciona, dejarás que juegue yo y que te domine.

Él lo sorprendió con una sonrisa.

—Me parece bien.

Se le pasó una imagen por la cabeza: Luhan arrodillado y desnudo. Pero incluso en esa breve fantasía, no parecía estar sometido. No, era fuerte y desafiante; tan seguro de sí mismo como siempre. No creía que pudiera aparentar otra cosa. No había nada suave o fácil en este hombre.

«Salvo esa boca…»

—Entonces, ¿trato hecho?

Él asintió una vez.

—Absolutamente. Trato hecho.

Luhan le cogió la mano una vez más y la envolvió con la suya. Y antes de que se diera cuenta de lo que estaba pasando, lo atrajo hacia él por encima de la mesa y le susurró a los labios:

—Los mejores tratos se cierran con un beso.

Tenía la boca muy cerca de la suya; esos labios apetitosos y deliciosos. Se notó débil; cada vez estaba más cerca de él y olía su dulce aliento con aroma a té. Aguardaba su beso.

Él se echó hacia atrás y se recostó en la silla.

—Pero tendremos que esperar hasta que estés listo para mí, Minseok. Hasta que me lo pidas de rodillas.

Mierda. ¡Estaba a punto de hacerlo ahora!

Minseok sacudió la cabeza. Quería apagar el calor de su piel con las manos frías; quería apartarse el mechón pelirrojo que le había caído a la cara. No lo hizo porque no quería que viera lo afectado que estaba. Lo necesitado que se sentía. Una necesidad que le dolía, incluso.

Tenía que salir de allí, al exterior, y tomar un poco de aire fresco. Necesitaba respirar.

—Tengo que irme —mintió—. Tengo otra cita.

—De acuerdo. Te acompaño a la salida. —Se incorporó.

—No hace falta.

Él agachó la cabeza; otra señal más de sus modales clásicos.

—Si insistes.

Él se levantó, cogió el abrigo y el bolso.

—Yo… pues, al final, no hemos empezado siquiera la entrevista.

—Yo creo que sí.

—Bueno, sí. Supongo que ya hablaremos más cuando… después de…

—Sí, ya hablaremos. Aunque creo que si experimentas esas cosas, verás que una entrevista formal no te será necesaria. Te enviaré un correo electrónico para citarte la próxima vez.

No era una pregunta y, sin embargo, a él no se le ocurrió ningún tipo de protesta.

«Joder.»

—Sí, ya hablaremos. —Se dispuso a ponerse el abrigo y allí estaba él, colocándoselo bien por encima de los hombros. Volvió a oler ese aroma a océano y a bosque—. Gracias por reunirte conmigo hoy.

—El placer es mío.

Lo miraba y sonreía. Él inspiró una vez más, disimuladamente, para olerle.

Ay, madre. Tenía que sobreponerse, recobrar la compostura y volver a ser él mismo. Pero con él todo parecía distinto. Era un hombre peligroso. Pero él nunca había abandonado un reto antes y ahora tampoco estaba dispuesto a hacerlo. Ni siquiera aunque este reto en particular ya lo hiciera dudar y preguntarse quién de los dos acabaría dominando al final.

Tenía que ser él.

Tenía que ser así.


Tengo dos aclaraciones que hacer

yo si me subiria a una moto con Luhan

2 solo me dejaria dominar por Luhan o Kai

Creo que ya me sali de contexto, pero aqui el primer capo 

disfruten

 

 

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