Ocho

Minseok siguió a Luhan por las escaleras; su gran mano envolvía la suya. La manera que tenía de asirla era tan ligera y cálida que, de alguna manera sutil pero física, lo hacía sentir que estaba a sus órdenes.

No quería pensar en lo mucho que a su cuerpo le gustaba el de él. Cómo sus órdenes conseguían que se le acelerara el pulso y notara calor en el sexo. No quería reconocer la batalla mental que seguía librando a cada momento. Si pensaba en eso quizá lo pararía todo. Le pondría punto final a la historia.

Era mejor seguir adelante. Entregarse, como había dicho él. O, al menos, intentarlo. Le gustaba demasiado para pararlo. Sabía que se encontraba en una especie extraña de negación. Fingía que esto era solo una perversión, que no significaba nada más, ni de él, ni del modo en que Luhan lo hacía sentir.

«Sí, no es más que sexo y ya está. Es una respuesta puramente física. No tiene por qué tener sentido.»

Su dormitorio estaba iluminado con una luz tenue procedente de una lamparita colocada sobre la cómoda, que proyectaba una luz dorada sobre la gran cama. Recordaba la sensación de las sábanas limpias y almidonadas y su piel desnuda junto a la suya.

Su sexo ardía de deseo.

«Muy pronto.»

Él se volvió y lo miró. A tan corta distancia Minseok se dio cuenta realmente de su  tamaño y altura y de la amplitud de su pecho. Bajó la vista a los tatuajes en sus brazos. ¿Qué tenían que le hacían parecer algo malvado y erótico a la vez?

—Minseok, estate atento.

Él le levantó la barbilla y lo sujetó con la mano con firmeza, para que supiera que estaba allí, que él era el que estaba al mando. De eso no había duda. Aunque con él nunca la había.

Minseok se dio cuenta de que, salvando las distancias, él era el primer hombre que conocía y que controlaba más que él. Tal vez se debiera a esto la atracción descontrolada que sentía por Luhan, así como su habilidad para entregarse.

Entonces lo embargó una sensación de miedo y de resentimiento.

«No pienses.»

—Minseok, necesito que te concentres. Que estés aquí conmigo.

Él miró esos penetrantes ojos.

—Estoy aquí.

Él entrecerró los ojos, estudiándolo.

—Sí, ahora sí. Mucho mejor.

Él bajó la mano, retrocedió un poco y Minseok pensó que le diría que se desnudara, como hizo la última vez. El corazón le martilleaba y sentía una oleada de nerviosismo ante la expectativa y el esfuerzo por no pensar en nada y resistirse a diseccionar lo que estaba pasando.

Sin decir nada, se acercó a él y empezó a desnudarlo suavemente y muy despacio; Minseok temblaba al notar sus manos. Su mente empezaba a ponerse en blanco; no podía hacer nada al respecto. No recordaba qué era lo que había estado intentando discernir momentos antes.

Él le pasó las manos por los brazos al bajarle la camisa por los hombros.

—Tienes una piel preciosa. Me encanta su palidez. Y tienes unas pequitas por aquí… son como una dulce sorpresa.

Le pasó los dedos por el hombro y el placer lo recorrió como si fuera una corriente que le electrizaba las venas. ¡Y eso que solamente le tocaba un hombro!

Lo ayudó a descalzarle los zapatos negros y luego le desabrochó los pantalones y se los bajó por las caderas. Se quedó sin nada salvo su boxer blanco.

Se quedó sin nada salvo el poder de su deseo.

—Ah, me encanta que lleves puesto este bóxer blanco queda precioso en tu piel, pero tendré que quitártelo también.

Ya lo esperaba pero le chocó de todas formas. Se quedó paralizado.

—Venga, Minseok. Ya te he tocado por todo el cuerpo. Y es un cuerpo estupendo. No me creo que te dé apuro que lo vea.

—No lo tengo.

—Entonces, ¿a qué viene ese rubor? Pero no me importa, ¿eh? Solo es curiosidad.

—Es que… no sé… me noto sin aire. Como si no supiera qué esperar, aunque ya lo sé, hasta cierto punto, claro.

—Tienes que deshacerte de eso, de las expectativas. Eso forma parte de ceder el control.

—Sí, ya lo entiendo, pero no sé cómo hacerlo.

—Tal vez necesites distraerte un poco.

Él sonrió, dejando entrever unos dientes blancos, fuertes y brillantes. Él no tenía ni idea de cómo lo hacía sentir cuando le sonreía. O quizá sí.

Volvió a tocarlo y ya no pudo pensar con claridad. Sus manos recorrían sus brazos y sus caderas. Las pasó por detrás y le sujetó el trasero, suavemente primero, y luego lo atrajo hacia sí. Minseok notó su sólida erección en el vientre a través de la gruesa tela de sus vaqueros.

«Qué bien.»

Notaba la calidez de su aliento en el pelo, justo al lado de su oreja, mientras le susurraba:

—Hazlo, Minseok. Olvídalo todo. Entrégate a mí. Cuidaré de ti, te lo prometo.

Sabía que lo haría. Y había algo en el tono suave pero ronco de su voz, en sus manos sobre él, que lo hacían perderse, que le fundían las extremidades con el calor del deseo.

Minseok se quedó completamente inmóvil mientras sus manos subían por la espalda. Minseok notó el suave algodón de su camiseta cuando él lo atrajo hacia su pecho. Se le endurecieron los pezones de inmediato.

Gimió suavemente.

—Ah, muy bien. Buen chico.

Minseok se estremeció al oír las palabras que siempre le llegaban tanto. Eran una especie de afrodisíaco. Y cuando él le bajó los bóxer por las caderas, el temblor se transformó en una sacudida brusca.

—Venga, quítatelas. Así, muy bien.

Él hizo lo que le pidió y con un pie los apartó. Él lo tenía sujeto tan cerca y con las manos en su espalda que notaba hasta el último centímetro de su cuerpo, que estaba cubierto de unos músculos tersos y firmes.

Le resultaba muy raro estar completamente desnudo y que él siguiera vestido. Lo hacía sentir vulnerable. Lo paralizaba incluso por dentro aunque la cabeza le daba vueltas.

Subió la mano para acariciarle la nuca y ese pequeño movimiento lo llevó al extremo. Se esfumaron todos los pensamientos de su mente, salvo por una palabra que quería decirle una y otra vez.

«Sí.»

—Lo noto, ¿sabes? —le murmuró él al oído—. Noto cómo te entregas a mí. Es como si tu cuerpo fuera más ligero, ¿verdad? Tu mente está callada. Así es exactamente como quiero que estés, en este espacio. Y esta vez te has entregado tan fácilmente… Hoy va a ser una buena noche.

Se quedó ahí de pie a su lado, acariciándole el pelo con una mano mientras con la otra le apretaba la nuca hasta que empezó a ser incómodo. Pero Minseok se sumía cada vez más en ese lugar donde todo estaba en silencio y en una tranquilidad extraña junto con un deseo exquisito. No dejaba de estremecerse.

—Por favor, Luhan —susurró.

—Por favor, ¿qué?

—Por favor, tócame.

Él soltó una carcajada.

—Claro que lo haré.

Él hundió la mano en su cabello, lo tomo con el puño y le tiró la cabeza hacia atrás. Minseok no intentó zafarse, aunque le dolía un poco. Era suficiente para demostrarle que estaba en sus manos, si bien parte de él se estaba alarmando un poco.

Una vocecita al fondo de su cabeza le decía que lo dejara y echara a correr pero el placer y las ganas de complacerle podían más.

«Es hora de ceder el control.»

Él se inclinó para besarle el cuello y él echó la cabeza hacia atrás, hacia sus manos. Minseok se notaba el liquido pre seminal caliente salir. Como si él supiera exactamente lo que necesitaba, deslizó la mano entre sus muslos.

—Ábrete para mí.

Minseok separó las piernas y sus dedos tomaron su sexo moviéndose de arriba hacia abajo.

—Oh…

—Estás listo, guapo.

Él saco la mano y lo embargó la decepción. Sin embargo, no dijo nada y se dejó llevar hasta los pies de la cama. Él lo acercó al borde y Minseok se sentó. A la espera, observando cómo él se quitaba la camiseta por la cabeza. Se le contrajo el sexo al ver los músculos de su estómago, su torso, sus brazos. Sus pezones eran oscuros en comparación con el resto. Quería tocarlos y poner ahí su boca, pero sus manos permanecieron quietas.

—Eres muy bueno —le dijo, retrocediendo un poco para echarle una mirada evaluadora—. Estás aquí sentado, esperándome sin que te diga nada. Perfecto, como un muñeco. Estás hecho para esto, Minseok. Ya lo sabía yo.

Minseok apenas podía asimilar lo que le decía. No quería pensar en lo que le estaba pasando. Simplemente quería hacerlo y listo.

Él se arrodilló en el suelo frente a Minseok, le separó las piernas y se colocó entre ellas. Minseok notaba la dureza de sus vaqueros en las pantorrillas.

—Échate un poco hacia atrás pero apóyate sobre los codos.

Él hizo lo que le pedía.

—Bien. Quédate justo así. Quiero que me mires. No cierres los ojos, ¿me oyes?

—Sí.

El deseo era como lava fundida que se le filtraba por las extremidades y las venas. Y cuando él usó las dos manos para separarle las nalgas, se notó demasiado extaciado.

—Ábrete para mí, sí, así.

Le separó más las piernas hasta que se mostró complemente abierto a él. Se sintió lascivo y hermoso.

—Esta es mi parte preferida del cuerpo de un hombre —le confió en voz baja mientras empleaba los dedos en masajear su entrada.

Mientras le miraba, Luhan levantó una mano, se introdujo dos dedos en la boca y los succionó.

Minseok gimió. Apenas podía estarse quieto.

—Mmmmm, ¿te gusta?

—Sí —susurró Minseok en un hilo de voz puesto que casi no podía hablar.

Él sonrió y usó esos mismos dedos para tantear su entrada. Frotó la abertura y Minseok pensó que perdería la cabeza si no lo penetraba pronto. El placer le provocaba dolor, incluso; su pene le ardía de las ganas.

—Por favor, Luhan…

—¿Tienes ganas de correrte?

—¡Sí!

Él le introdujo los dedos y Minseok arqueó la espalda, acercándose más a él. Con el pulgar le frotó la ranura de su sexo.

—¡Oh!

Entonces empezó a mover la mano, los dedos y el pulgar en pequeños círculos. El placer aumentó y la quemazón le recorría el cuerpo entero.

—¿Vas a correrte?

—Sí, sí…

—Aguántalo.

—No…

—Sí. Espera, Minseok.

Él se mordió el labio, tratando de resistir la oleada de placer que amenazaba con engullirlo. Al hacerlo, su otra mano se movio bajo una nalga y le dio un buen pellizco.

—Oh…

—¿Está bien?

—Pues… duele.

—¿Pero está bien? —insistió.

—Sí, está bien. Ah…

Volvió a pellizcarle, esta vez más fuerte, y el dolor penetró en su sistema, mezclándose con el placer.

—Luhan, voy a correrme. Por favor…

—Todavía no. ¿El dolor lo mejora?

—Sí… lo mejora. Sí. ¡Tengo que correrme!

—Contenlo. Hazlo. Dime que lo harás.

—Ay… Dios mío…

Le dio otro pellizco, esta vez más castigador aún, que superó el nivel en el cual el dolor se convertía en placer.

—Lo haré —dijo entrecortadamente—. Me aguantaré.

Se contoneaba entero pero no le importaba. Sus manos seguían tocándolo, notaba sus dedos dentro. Con la otra mano le pellizcaba una nalga y el muslo. Dolía pero, a la vez, era algo bueno de un modo indescriptible. Estaba sumido en todas esas sensaciones.

—Eres muy bueno, Minseok. Eres tan hermoso. Quiero ver cómo te corres ahora… por mí.

Él le introdujo los dedos con fuerza. Y al mismo tiempo le pellizcó en la cara interior del muslo para que el dolor guiara el clímax.

Entonces llegó al orgasmo y miles de estrellas estallaron en su cabeza, lanzándolo al espacio. Jadeó para coger algo de aire; tenía un nudo en la garganta.

—Ah… ¡Joder, Luhan!

Minseok levantó las caderas; el placer seguía embargándolo y deslumbrándolo.

Cayó en la cama, cegado y entre temblores. Él lo acompañó: subió a la cama y lo colocó en su regazo. Le dio la vuelta y mientras las últimas oleadas del clímax lo sacudían, empezó a azotarlo.

Su mano era como fuego en la piel que lo abrasaba con cada azote. Pero también sentía placer y de repente se vio levantándose al encuentro de su mano. Oía el eco del contacto de la piel sobre la piel como si proviniera de algún sitio más lejano. Oía el sonido de su respiración entrecortada. Era como si solamente existiera eso; bueno, eso y el bulto de su pene erecto a través de sus vaqueros que notaba en el vientre. Y el olor a hombre.

Él lo azotó más duro y más rápido. Con el otro brazo le rodeó la cintura para sujetarlo con firmeza; para mantenerlo a salvo. El dolor era placer en sí mismo, ya no había línea divisoria. Casi sentía que podía volver a correrse, solo con eso.

—Buen chico. Lo resistes bien.

No sabía por qué le alegraba tanto oírle decir esas cosas. Apenas podía pensar en nada. Estaba en blanco.

Quería que le hiciera el amor. Necesitaba que lo hiciera.

Oyó algo más mientras el deseo volvía a despertarse, aumentando en cuestión de segundos, y se dio cuenta de que eran sus propios gemidos entrecortados que resonaban en sus oídos. Sin embargo, ya no podía parar. No quería parar.

—Minseok, te correrás otra vez.

—Oh…

—Para mí.

—Sí. Para ti.

Él le soltó la cintura y le pasó la mano por el vientre y entre los muslos para masajearle el pene. Minseok estaba algo dolorido de antes, increíblemente sensible, pero él seguía empeñado en él, en su sexo, y azotándolo. Durante un buen rato el dolor era insoportable, pero luego el placer volvió a impregnarlo y se notó el sexo encendido de pasión. El dolor no era nada más que un nivel de sensación mayor que lo empujaba. Con cada azote su cuerpo se alzaba más hacia su mano y los dedos expertos que le masajeaban su sexo. Estaba a tan solo un momento de llegar al orgasmo otra vez. Notaba unos fuertes espasmos en una oleada incesante de placer.

Era imposible. Era tan fuerte. Notaba calor, anhelo; le necesitaba. Se ahogaba en el mismo placer.

—¡Luhan!

La fuerza del orgasmo lo dejó temblando. Él lo levantó un poco para sentarlo en su regazo y lo sujetó. Minseok apoyó la cabeza en su hombro y notó cómo lo rodeaban sus fuertes brazos.

Notaba una calidez muy agradable por dentro, en el vientre, en las extremidades y también en la cabeza.

En el corazón.

Si pensaba en eso un momento, se diría que esto no podía estar sucediendo. Apagó esa voz porque no quería oírla precisamente entonces. No quería pensar.

Ya habría tiempo para esto más tarde, para examinar la situación, desgranarla y volverla a montar de una manera que tuviera sentido. De momento, nada de eso importaba. Lo único que le importaba era que estaba allí con Luhan.

Él lo observaba mientas Minseok recobraba el aliento. Tenía las mejillas encendidas en un hermoso tono rosado, como la delicada piel de su trasero después de azotarlo. Era un culo perfecto con una curva dulce que ahora estaba bien asentada en su regazo, en contacto con su pene erecto.

Se adentró entre sus muslos una vez más y lo notó estremecerse mientras introducía los dedos en los pliegues. Estaba Preparado. Y él ya no podía aguantarse más.

Luhan lo cambió de postura y lo colocó sobre los cojines el tiempo suficiente para coger un preservativo de la mesita de noche junto a la cama y quitarse los vaqueros. Notó el frescor del aire en la piel, como una caricia en su pene duro como el acero.

Joder, estaba a punto de explotar de solo ver sus vidriosos ojos, como el cristal. Tenía rosados los exuberantes labios y cuando su mirada se posó en su erección, se relamió.

«Mierda.»

Él estuvo a punto de gemir.

con unos pezones rojizos de lo erectos que estaban que contrastaban con la palidez de su piel. Notó un latido de placer en el pene solo de mirarlo.

—Luhan… —dijo en voz baja y entrecortada.

—¿Sí?

—¿Me follarás ahora? Porque necesito que lo hagas.

Él sonrió, se llevó la mano a la verga y la acarició, recorriendo desde la base hasta la punta.

—Sí, te follaré con gusto y con fuerza. Puede que incluso te azote mientras lo haga. Y tú te correrás otra vez para mí.

Minseok esbozó una sonrisa algo vaga y le miró con unos ojos cafe brillantes. No, no era vaga. Se encontraba en el subespacio, flotando. Sin embargo, sabía exactamente lo que quería.

—Por favor —se limitó a decir.

«No puedo esperar ni un minuto más.»

Él le pasó un brazo por la esbelta cintura y lo bajó, colocándolo en medio de la cama. Le separó los muslos con las rodillas y él apoyó las piernas sobre las suyas. Minseok tenía una piel tan fina que apenas podía resistirse. Y con los muslos separados, podía verle la entrada, esa hermosa piel rosada: contrayéndose. Volvió a notarse un tirón en el pene.

«Lo necesito ahora mismo.»

Con la otra mano le apresó las muñecas y le subió los brazos por encima de la cabeza; él se dejó hacer. Ahora ya no forcejeaba y saber que se había entregado a él era algo que iba más allá de la excitación habitual del intercambio de poder. Con este hombre notaba que había algo más pero ahora no podía pensar en eso. No, necesitaba hundirse en él y lo hizo de una embestida.

Minseok dio un grito ahogado; él gimió. El placer era una sensación caliente que le hacía latir el pene. En su interior encontró un cálido refugio de un goce indescriptible.

—Joder, Minseok. Estás tan estrecho. Tengo que follarte…

—Sí.

Luhan empezó a moverse, contoneando las caderas. Minseok tenía la mirada fija en él, aunque sus ojos estaban medio cerrados y respiraba entre jadeos. Volvía a tener las mejillas encendidas y los pezones cada vez más duros y oscuros. Él se inclinó y apresó uno entre sus labios.

—¡Ah!

Succionó un poco más ese dulce botón y le dio un mordisquito.

—¡Joder, Luhan!

Él se apartó un poco.

—¿Duele?

—Sí —le espetó él.

—¿Y te gusta?

—Ah, sí.

Inclinó la cabeza y se llevó el otro pezón a la boca, empleando los dientes para rozar su piel, que luego mordió.

—Ah… Luhan.

Minseok levantó las caderas hacia las suyas y empujaba con los brazos las manos con las que él le asía con fuerza las muñecas. Pero no forcejeaba para zafarse de él; se contoneaba de placer. El mismo placer que le embargaba a él mientras lo penetraba. Su cuerpo acogía a su pene como un guante, cada vez más ajustado; supo que Minseok volvería a correrse.

Se retiró para mirarlo; tenía que verlo bien. Tenía el ceño fruncido y los labios entreabiertos de placer. Era demasiado hermoso. Todo su cuerpo se estremecía del goce: su pene, sus testículos, su vientre, sus brazos y sus piernas.

Le soltó la cintura y llevó una mano a su boca, rozando los deliciosos labios de él con la yema de los dedos.

—Chupa —le ordenó. él obedeció y empezó a chupar con fruición, como si le estuviera ofreciendo el pene.

Él gimió y retiró los dedos de su boca no sin cierto esfuerzo para colocar la mano bajo su trasero, entre sus dos suaves nalgas. Sin dejar de mirarlo a los ojos, presionó con un dedo al lado de su pene. Las pupilas de Minseok se dilataron pero no protestó. Cuando le introdujo la punta del dedo, Minseok suspiró y él notó como su entrada se ceñía alrededor de su pene y dedo.

Tuvo que detenerse en ese momento; el placer latía con fuerza en su interior.

«Tranquilízate.»

Inspiró hondo; aún no quería llegar al orgasmo.

Notaba su ano terso y caliente, y empujó el dedo un poco más, atravesando el anillo de músculo junto a su pene.

—Minseok, ¿te gusta?

Él gimió.

—Dilo —le ordenó.

—Sí, me gusta. Me encanta. Necesito más.

Él se lo introdujo aún más y él jadeó al tiempo que movía las caderas.

—¿Más, Minseok?

—Sí, por favor.

—Inspira hondo.

Añadió un segundo dedo, que introdujo con cuidado. Minseok respiró durante el proceso y empezó a relajarse.

Luhan estaba tan excitado que apenas podía controlarse.

—¿Lo resistirás si te follo por el culo así, con la mano y mi pene?

—Sí, quiero que lo hagas.

Él empujó los dedos más adentro, los sacó y volvió a introducírselos al mismo tiempo que movía sus caderas. Él se estremeció y Luhan notó a través de la fina membrana la textura añadida de sus dedos en contacto con el pene, muy dentro de él.

«Es demasiado. Demasiado.»

—Joder, Minseok.

Le soltó los brazos con los que él le rodeó inmediatamente. Entonces empezó a follarlo otra vez marcando un ritmo que los dedos seguían también al compás. Minseok se entregaba a él, le follaba igual que hacía Luhan. Ambos empezaron a jadear, a quedarse sin aire.

Su cuerpo entero se tensó, notó unos espasmos en el cuerpo, que se ceñía alrededor de su pene duro y erecto. Él gritó su nombre una y otra vez mientras se corría.

—¡Luhan! Joder, Luhan… Luhan.

Él se detuvo y se contuvo; quería seguir haciéndole el amor todo lo que pudiera. El sexo era demasiado bueno para parar ahora. Lo embistió otra vez mientras seguía empujando los dedos. Minseok temblaba mientras su ano acogía su miembro y dedos como una especie de puño aterciopelado. El calor era increíble. El placer le sobrevino como un mazo y quedó cegado por el orgasmo. Sin embargo, siguió embistiéndolo.

—Tengo que hacerte el amor… Tengo que follarte… sí…

Le daba vueltas la cabeza. Eran solo piel y sudor; notaba el olor a sexo por doquier mientras caía encima de él y extraía los dedos resbaladizos de su trasero.

Era muy consciente del cuerpo que tenía debajo. Notaba sus pezones contra el pecho; su vientre, una superficie plana y sedosa, en contacto con el suyo. Tenía la piel como la porcelana; era la única manera que se le ocurría para describirla. También la notaba cálida, viva. Y su pelo… había mechones pelirrojos por todos lados. Sumergió una mano en esas espirales sedosas e inspiró su olor; el olor a él.

A Luhan le latía el corazón con fuerza, salvaje. Pero era por algo más que el pulso acelerado por el esfuerzo.

¿Qué demonios le pasaba?

Se quitó de encima y se tumbó a su lado.

—Te debo unos azotes —le dijo.

Minseok se rio débilmente y se dio la vuelta, boca abajo.

—Pues dámelos ahora —repuso en una voz suave, lentamente, como si las palabras le salieran recubiertas de miel.

—Me vas cogiendo el punto, ¿verdad?

—En eso estamos. ¿No es lo que quieres de mí? ¿Lo que me exiges?

—Sí, por supuesto.

Pero ¿era complemente cierto? Él quería… más que eso.

«Joder, no pienses en eso.»

Se acercó a su trasero y le dio una buena palmada. Sonrió al ver cómo saltaba.

Sí, así estaba mejor. Al mando. Controlando la situación. Era tarea suya conseguir una respuesta de él y ser el que llevaba la batuta.

Volvió a levantar la mano pero se quedó inmóvil.

No lo azotaría para demostrar nada, joder. Se le daba demasiado bien el tema para hacer algo así. Era una gilipollez. Y, además, tenía la cabeza hecha un lío.

Era algo irresponsable. Imperdonable. Estaba fuera de control, mierda.

Bajó la mano y le dijo:

—Dejaremos los azotes de momento.

Él se quedó callado y quieto, tumbado en la cama. Mirando las curvas de su cuerpo, no se vio con valor para decirle que se moviera. En lugar de eso, posó las manos sobre su trasero, notó la calidez de sus pequeñas nalgas bajo la palma y pensó: «Mío».

Era un pensamiento peligroso. Puede que fuera un dominante, y en parte eso era el sentido de la propiedad para los que estaban en una relación de verdad. Pero su acuerdo no era ese. Él no solía hacer esas cosas. Nunca. Y esta vez, esta persona, no era una excepción, joder.

No quería pensar por qué tenía que reprenderse mentalmente a gritos para recobrar el hilo de sus pensamientos.

Recobraría el aliento, se recuperaría de la fuerza del orgasmo y ya pensaría en todo eso más tarde. O quizá se lo tiraría otra vez y ya no volvería a pensar en eso.

Pero no había hecho otra cosa que pensar en Kim Minseok desde el mismo momento que lo conoció. No tenía motivos para pensar que eso cambiara a corto plazo.

«Mierda.»

12 Comentarios

  1. JANSOWMDUSJOAMSUXNDJWKAMSUDKWNALQNAKQKQ, no se, como que te amo(?). Me encanta, gracias por tu esfuerzo espero la próxima actualización.

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  2. Dime que seguiras actualizando, encontre tu cuenta en AY antes de ayer y empecé a leer tus trabajos, las adaptaciones y traduciones y que decirte me encanta, espero que sigas con esta que estoy calada (?) Saludos.

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  3. Hola. Guauuuu acabo de leer este fic y esta pffffff… dios es perfecto enserio. Actualiza pronto por favor, amo adoro el xiuhan

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